Cuando el orgullo retuerce

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Escrito por  Omar Suárez Arguello suarez@cmdx.icrt.cu

En calles de Baracoa hay hombres que hablan con inexplicable orgullo de cómo maltratan a las mujeres.

-Lo llamó baboso, por menos que eso yo le viro la quija’…

-Le doy uno solo que le saco to’ los dientes…

Sí, tuve la desdicha de escuchar con desagrado cómo estas bravuconadas eran respaldadas por varios compañeros que conversaban frente a la Empresa de Servicios de Comercio y Gastronomía.

Pero igual me temo que se escuchan con mucha frecuencia en cualquier espacio social de esta ciudad.

Debo aclarar que si un hombre siente su masculinidad avergonzada o retada por una agresión verbal de quien fuere, le informo que el problema no está en las palabras agresivas, sino en la autoconfianza del mismo varón.

Pregúntese: ¿la violencia es un recurso adecuado para resolver problemas que terminen en beneficios para dos o más personas? ¿Cuándo olvidamos el acto de comunicar que nos sacó de la bestialidad primitiva?

Es un mito que pegándole a seres más indefensos y frágiles se demuestra hombría. La fuerza abusiva no hizo superior al ser humano; fue la conciencia, el razonamiento, el autodominio….

El amor, la preocupación e interés por el ser de al lado fue lo que nos convirtió en seres sociales que congenian.

Algunos aseguran que mediante actos violentos mantienen a la mujer en el lugar que le corresponde, pero ese lugar es más bien el que los abusivos le asignan a ellas.

Las féminas, como sus contrapartes, son seres humanos, y su destino no es el de estar sometidas a los hombres, sino ser sus iguales.

Resulta más preocupante aún que esas manifestaciones que degradan a la mujer también se extiendan en los jóvenes.

En las inmediaciones del Parque La Victoria una jovencita tuvo que pagar el precio de ser hermosa cuando uno de los llamados “piquetes” de adolescentes de escuela secundaria la bañaron de piropos retorcidos que hablaban sobre sus partes íntimas, y ninguno fue digno de alabar.

Incluso uno de los muchachos rozó con un dedo los glúteos de la chica en un ademán de tocárselos. Acciones irrespetuosas como esas no convierten en hombre, pero sí mal forman.

¿No pudo ser la referida jovencita una hermana o hija de cualquiera de nosotros? ¿Dónde quedó la educación de los padres de las criaturas insultantes?

Los progenitores deben saber que ofensas como las hechas hacia aquella muchacha son también de cierta manera agravios hacia ellos y hacia lo que ser mujer significa. Por eso es necesario inculcar en los hijos principios familiares basados en el respeto.

Lamento tratar este tema a solo semanas del 8 de marzo, pero ignorar los hechos no harán que desaparezcan.

Escribo además porque deseo ver un Día de la Mujer en que los momentos desagradables vividos por ellas en cuestiones de género solo sean vago recuerdo de un pasado. Y sin regreso.

Acerca de baracoamulata

Soy traductora-interpréte de profesión. Mi pasión son los idiomas, leer, escuchar música y hacer amigos.
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